jueves, 30 de agosto de 2012

CAPITULO QUINTO


POR UNAS CHIRIMOYAS



Los meses de verano, en la sierra son muy tristes y por lo tanto de muchos sacrificios y sufrimientos y sobre todo riesgoso a cada instante, motivados por la lluvias, los truenos y la crecida de los ríos que por falta de puentes puede ser motivo de grandes contratiempos. El vivir en un lugar solitario es muy común en estos lugares. De tu casa miras al cerro de enfrente y ves un humito que sale de algún lugar, miras al otro cerro que está a tu espalda, o, a la derecha o izquierda, siempre veras lo mismo: Familias que como la tuya viven solas, alejadas dos o cuatro kilómetros de distancia una de otra.
 
Era nuestro caso. Ya hemos dicho que nuestro nuestro asentamiento humano estaba flanqueado por dos ríos los cuales en la época que estamos tratando, aumentaba su caudal en forma que hacía imposible cruzarlo a pie, en especial el Huángascar. El Chocos aumentaba por las tardes y ya en la mañana se podía cruzar.
 
A 100mts. de vaciar sus aguas en el otro rio había un vado, lugar explayado y apropiado para el paso de personas que tenían la necesidad de hacerlo. Y eramos nosotros los que más lo usabamos por estar dentro de nuestra ruta para dirigirnos a Sukiaj, un fundito que mis padres habían adquirido de una Comunidad. Estas tierras estan situadadas a orillas del rio Huangáscar que alimentado por el Chocos corria hacia abajo en busca del cauce del río cañete. También como en las tierras de Pallca habian tunales pero en especial chirimoyos. Esta propiedad era como una sucursal y por lo tanto permaneciamos allí solo por temporadas, según las necesidades y después las visitas eran esporádicas.
 
Y así fue como un día mi hermana Raquel de dieciséis años, por entonces, me dijo que la acompañara a visitar dichos lugares, ordenada por nuestro padre. Salimos muy temprano, cruzamos el Vado que ya estaba en condiciones de hacerlo y por un sendero sólo para ovejeros; nos dirigimos a hechar un vistazo a nuestros terrenos. Mi hermana de inmediato se ocupó de abrir unas y cerrar otras compuertas del agua según las necesidades.
 
Al darse ciuenta que había cantidad de chirimoyas en sazón, recogió un buen número de ellas y cabando un hoyo en la tierra las enterro para que maduraran más rápido. Acto seguido tomamos el camino del retorno, llegando al rio Chocos que aún no había aumentado su caudal. Cruzamos sin novedad y llegamos a casa. Mi hermana informó a mis padres de todo lo que había visto y hecho. En especial les informó que había dejado un entierro de chirimoyas y que dentro de tres días irian a trerlas para lo que contaban con mi compañía. A los tres días sombrero a la cabeza, poncho al hombro nos dirigimos nuevamente en pos de las ricas chirimoyas.
 
Una vez en el lugar mi hermana como siempre se ocupó de los cambios de agua a los diversos potreros. En seguida comenzamos a desenterrar las chirimoyas las que aparecieron a nuestra vista hermosísimas y apetitosas, comimos a nuestro gusto y luego comenzamos a preparar nuestros kipes, uno para ella y otro para mi.
 
Las horas volaban, se venía la tarde, teníamos mucho que caminar; el río podia entrar y dejarnos varados sin poder llegar a nuestra casa.
 
Las noches en la sierra son lúgubres, tétricas, sobre todo en esos parajes; eramos menores y teníamos miedo quedarnos a merced de las carcachas o los duendes. Con esos pensamientos metidos en la cabeza, casi sorriamos por el monte qiue no nos dejaba darnos cuenta si el río estaba aumentando. Efectivamente al llegar a la orilla, constatamos con terror que todo era realidad.
 
Pero, el olor característico del huayco, el ruido infernal que hacían los rios y otras  cosas  más, no arredró a mi hermana que sin pensarlo dos veces, me quitó el kipe y se lo hechó encima del suyo, tomo un palo apropiado con la mano derecha y con la izquierda me cogió de la mano; con la pollera ajustada a la cintura avanzó decidida hacia las aguas; en plena correntada mis piernecitas no pudieron resistir y perdi el piso pero mi hermana no ,me soltó; siguió cruzando fuerte y valerosa con su carga a la espalda y su hermanito hecho un muiñeco, pero gracias a Dios, ya estabamos en la orilla salvos y sanos. Una pequeña falla, o resbaloncito y ya estabamos cayendo al rio grande que hambriento nos esperaba.
 
Ni siquiera pensamos en exprimir nuestras ropas, echamos a caminar como estabamos, buscando la salida hacia los terrenos de cultivo para dirigirnos a nuestro hogar. Pero allí bajaba  a la carretera nuestra querida madre, desesperada al darse cuenta que el río aumentaba se dirigia hacia el Vado presintiendo lo peor.
 
Felizmente todo fué un tremendo susto que pudo convertirse en tragedia; lloramos los tres abrazados, deshogamos nuestro espíritu y dimos gracias a Dios por el favor recibido en forma tan papética.
 
No perdimos las chirimoyas y olvidamos los momentos trágicos, dimos fe de ellas con nuestro padre que recien llegaba del campo. Y con nuestros hermanos y Juliana, una buena mujer que por muchos años nos acompañó, y a quién considerabamos como un mienbro más de la familia; nuestra madre era su madre y nosotros sus hermanos y como tal nos asistía y cuidaba.
 
   
 
 
 
 
 

lunes, 6 de agosto de 2012

CRISTY

  

Leyendo el capítulo de El Negrito (el libro Memorias del Tayito), recordé a Cristy, una linda perrita que me la regalo una tía de mi esposo,  solo tenia días de nacida, mi bebe tenia apenas 2 meses,  tuve que alimentar a mis dos bebes , Cristy creció más rápido que mi niño y aprendió  a esperar su turno para alimentarse,    cuando se dormía mi bebe, ella se echaba en mi regazo para que le de cariño.
Mi bebe ya en el corralito trataba de dar sus pasos, y ella le ladraba y le animaba a seguir, rápidamente   aprendió a caminar y correr, ella corriendo y ladrando alrededor del corralito y él corriendo dentro.
Siempre  tengo presente a mi Cristy, lloré mucho cuando se fue al cielo de los animalitos,  siempre te extrañare, aun ahora se llenan mis ojos de lágrimas.

viernes, 3 de agosto de 2012

El libro que escribió el Tayito consta de 19 capítulos los cuales los narraré en forma alterna, EL NEGRITO, empezaré con este capítulo en el que se muestra la fidelidad de este noble perrito.

CAPITULO SEXTO 

EL NEGRITO

Todos los años por Semana Santa, acostumbrábamos bajar a Lunahuaná desde nuestra querida Pallca, la que dejabamos a cargo de personas de confianza como Juliana. Lo haciamos con el fin de dedicar, por una vez al año, nuestras oraciones en la Iglesia Parroquial y asistir a las misas y procesiones que con tal motivo se llevaban a efecto en Lunahuaná, cuya población, casi en un 99% era creyente católica.

Nos hospedamos en la casita, que nuestro padre conservaba y en donde habia vivido antes de marchar la sierra, situada en Uchupampa.

La mitad de la casa era de mi tía Sabina, hermana de mi padre, solterona que había pasado varios años en el Convento del Buen Retiro en Lima, pero que al retirarse del mismo volvió y en ella vivia sola acompañada solamente por  un perrito llamado Negrito. Todos los domingos, muy piadosa ella, asistia a Misa en la Iglesia del Pueblo; el Negrito la acompañaba y una vez en el interior, se sentaba al lado de la tía, con la cabecita gacha y no se movia hasta la hora de salir.

En una oportunidad, me dejaron mis padres, para que acompañara a la tía. Yo que nunca me había separado de ellos, senti una gran nostalgía al sentirme solo, pero a medida que, el tiempo pasaba hice una gran amistad con el Negrito; con el jugaba  y salia a todas partes.

Por aquella época, las amas de casa de Lunahuaná, tenían por costumbre realizar viajes periódicos a Cañete con el fin de agenciarse comestibles que escaseaban por el lugar como camote, yuca y aún arroz y fideos que se compraba con más comodidad. Estos viajes se hacian a lomo de burro, en los que cargaban frutas para los cambios respectivos.

La tía no podia ser una excepción y siempre hacia sus viajecitos; en esta ocasión viajamos, la tía, yo y el Negrito, llegamos a Imperial y nos hospedamos en la casa del señor Benancio Gutierrez, compadre de la tía, se hizo las transacciones del caso y todo quedó para retornar al siguiiente día.

Para entonces los Padres Franciscanos, llevaban a cabo las Misiones que consistía en algunos días dedicados a la prédica de los fundamentos de la religión y además misas, confesiones y comunión general. La tía no podía faltar esa noche a la Iglesia y en efecto fuimos, siempre los tres. Rosario, predica y bendición con el Santisimo y todo terminaba mas o menos a las once de la noche.

Yo contaba con apenas siete años y por supuesto desde un principio me quedé dormido en la falda de mi tía. Por fin  terminada la actuación, todo el mundo se levantó para retirarse. Yo también me levanté seguramente medio dormido. La salida de todos a la misma vez, los empujones, etc. me separaron del lado de mi tía y cuando salimos a la calle yo seguía tras unas polleras que no sabía si eran de la tía o no. Pero aún así yo seguí pegado sin apartarme por ningun motivo de las faldas que el destino me había deparado.

Saliendo de la Iglesia doblamos a la derecha, en la esquina siempre a la derecha, seguimos hasta el Jr. La Mar, para doblar a la izquierda hasta media cuadra donde la Sra. a quien seguía, ingresó y yo también entre. La señora que desde un principio se había dado cuenta de mi presencia, me dió unos costales, y allí en la sala me acurruque tratando de dormir. Estaba aturdido por que no atinaba a darme cuenta de lo que sucedía, cuando de pronto algo arañaba la puerta de la calle, esta cedió dando paso a un perrito, levanté la cabeza y veo a Negrito que, salió inmediatamente a la calle, salté de la cama y corri tras el perrito sin siquiera dar las gracias ni despedirme.

El Negrito adelante y yo siguiendole llegamos a la Plaza de Armas, donde la tía buscaba al sobrino y al perrito que también había desaparecido. Contentos y felices, debido al buen olfato del Negrito, fuimos a la ´posada y al día siguiente volvimos a nuestra casa.

Por aquellos años comenzaron a recorrer el valle, los primeros vehiculos motorizados. Los caballos, los burros, el ganado y los perros se ponían muy nerviosos cuando sentian que se acercaba un camión. Los animales echaban a correr de susto y los perros se ponían muy nerviosos cuando sentían que se acercaba un camión. Los animales echaban a correr de susto y los perros como buenos guardianas salian a perseguir al "enemigo".

Nuestro Negrito, también se contagió de esa costumbre y cada vez que se acercaba un camión salía a la carrera a perseguirlos. Pero los años habían hecho mella en su agilidad y en una de esas trasbilló, al salir, cuando el camión se acercaba y fué rodando a las ruedas del vehículo que lo destrozó; terminando así, tan tristemente su vida el Negrito, tan inteligente como fiel a su dueña.

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INTRODUCCION

Después de preparar algunas anécdotas familiares, sin relación cronológica entre sí, creí conveniente compaginarlas dentro del texto de una autobiografía que por muchos motivos me pareció correcto hacerlo.

Será el recuerdo que dejo a Uds. mis queridos hijos:  Ana, Gloria, Guido, Nina, Elsa, Miguel, Cesar, María y José, mis nietos y bisnietos.

También sea motivo para rendir filial recuerdo a mis padres que tanto se sacrificaron en busca de un porvenir mejor para los suyos, viviendo y trabajando en agrestes terrenos, azotados por temporales climáticos, lluvias, huaycos, etc. que no les dejaron cumplir plenamente con sus aspiraciones pero que si dejaron huellas emperecederas para que sirvieran de faro alentador a sus descendientes.    

He cumplido ochenta y nueve años de vida, de una vida llena de tantos episodios, unos positivos y otros quizás negativos, pero que luchando día a día con Alejandrina, mi esposa, tras grandes sacrificios, salimos airosos y por fín a esta edad miro con orgullo el camino recorrido y satisfecho espero que Dios tenga determinado lo mejor que El guió mis pasos.